La crisis migratoria que sacude el sur de Europa centró sus consecuencias en Francia
En París dos de los principales centros donde los refugiados aguardan, ya sea un derecho de asilo o una oportunidad de seguir el camino hacia los deseados países nórdicos o el Reino Unido.
Uno, de larga data, bajo la estación de trenes Austerlitz, en el este de la ciudad y sobre el río Sena; el otro, flamante, en el abandonado colegio Guillaume-Budé, en el popular y multiétnico distrito 19 del norte parisino.
Porque París ya no es sólo un centro de paso en el viaje de sur a norte que guía a casi todos los que abandonan el denominado cuerno de África, sino que se puso en el centro -no sólo geográfico- del debate sobre qué hacer con ellos, en medio de la disputa diplomática por la asignación entre los miembros de la UE de hasta 32.000 refugiados por año, de los más de 150.000 que sólo en el primer semestre de 2015 buscaron entrar al Viejo Continente.
La centralidad no es sólo conceptual: el debate sobre los centros de recepción para los migrantes se da en la capital francesa a 236 kilómetros de la norteña localidad de Calais, que se convirtió en el nuevo foco de tensión en la última semana por la cantidad de personas que desean cruzar a Inglaterra a través del túnel que comunica ambos países.
Pero situada también a 692 kilómetros de la italiana Ventimiglia, donde centenares de africanos de todas las nacionalidades duermen sobre las piedras de la frontera por la negativa francesa a dejarlos ingresar en su territorio.
"Estamos acá porque nos fueron echando consecutivamente de los otros campamentos que levantamos", dijo a Télam Yacob Salah, en uno de los bancos del patio del colegio, y enumeró los sucesivos traslados desde el campamento de La Chapelle, el del Halle Pajol y el del Jardín D’ Eole, todos en el norte de la capital francesa.
Salah, de 27 años, llegó a París en abril, luego de un periplo de varios días en barco desde Libia y de un viaje de tres días en tren desde Italia: ahora es uno de los 200 africanos que el viernes 31 de julio decidió ocupar el abandonado liceo Guillaume-Budé, no muy lejos de la basílica de Sacre Coeur, uno de los símbolos turísticos de París.
Mientras habla, Salah va señalando las banderas de "resistencia" que colgaron en las ventanas del liceo: “Ser migrante no es un crimen”, “La esperanza de vida es nuestro derecho” o “huir de la guerra, encontrar la calle”, entre otras.
"Es una gran noticia poder quedarse aquí. Tenemos duchas, baños con agua, un techo… Vivimos mejor que en alojamiento facilitado por la Alcaldía", explicó, para referirse a los lugares donde la municipalidad parisina alberga a los refugiados luego de cada uno de los operativos de “despeje” del centro de la ciudad.
"Para nosotros es esencial para permanecer unidos. Si hay problemas entre nosotros, la policía tendrá la oportunidad de dividirnos", agregó, en tanto aseguró que escribirán “una carta al papa Francisco, ya que es uno de los líderes más respetados que puede hacer algo por nosotros”.
Desde la Alcaldía de París y pese a los reclamos de políticos conservadores y nacionalistas, ratifican en tanto la postura de que por ahora se mantendrán ajenos, sin desalojar a los refugiados, pese a que la situación comienza a impacientar a los parisinos.
Así lo explicó el adjunto comunal, el socialista Bruno Julliard: "Estamos convencidos de que hay que tomar la decisión de responsabilidad y generosidad. La ciudad de París tiene que mostrar su solidaridad".
La disputa es por la lista de migrantes que pide la Alcaldía para garantizar la seguridad y la posibilidad de que continúen en el colegio abandonado.
"Separados por los que no tiene papeles y los que demandan asilo", puntualizó Julliard, en declaraciones radiales, quien además, acusó a la oposición conservadora de "racista" y "populista" por su enérgico reclamo para que las autoridades desalojen a los refugiados africanos.
Frente a los anuncios de la Alcaldía, el comité de apoyo a migrantes La Chapelle en lucha pidió "no bajar la guardia” y se resiste a la idea de entregar una lista de las personas que ocupan el lugar y de su situación particular.
“Podemos darles el número total, pero no más”, explicó a Télam en París, Hervé Ouzzane, miembro del colectivo.
"Casi el 90% está pidiendo asilo", apuntó Ouzzane, quien explicó que "como ya pasaron más de 48 horas desde que llegamos, la Alcaldía no puede volver echarnos sin recurrir a la Justicia, lo que nos da más tiempo para poder quedarnos".
De todos modos, todos son conscientes de que el pedido de asilo no es garantía. Según cifras oficiales, Francia recibió el año pasado 64.500 peticiones de asilo, pero sólo concedió 18.000.