Una monja rescata a travestis neuquinas de la prostitución
La hermana Mónica Astorga, del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Centenario-Neuquén, trabaja para y por las mujeres transexuales de la región, quienes acuden a ella para encontrar salida a las situaciones de marginación y violencia que se ven expuestas. Entre otros proyectos, las ayudó a realizar emprendimientos de peluquería y cocina.
Mónica Astorga, hace treinta años dejó su Buenos Aires natal para ordenarse en el Monasterio de Carmelitas Descalzas de Neuquén y allí cumplir su vocación religiosa, estando desde siempre al lado de quienes sufren, se sienten solos o sufren alguna marginalidad.
Por silencioso, su trabajo social no deja de ser trascendente para realidad neuquina. En especial, por la ayuda que realiza para y por las mujeres transexuales de Neuquén, quienes acuden a ella para encontrar apoyo a causa de las situaciones de marginación y violencia a las se ven expuestas.
Todo inició hace nueve años, cuando irrumpió en el monasterio Romina, una chica travesti. “Había ido a la parroquia Nuestra Señora de Lourdes del barrio Progreso para dar el diezmo, y cuando le preguntaron de qué trabajaba, respondió que se prostituía porque por su condición de travesti no conseguía otro empleo. Le preguntaron si necesitaba ayuda y fue ahí que el padre Ítalo (Varvello) y la hermana Mariucha (Dambroggio) se contactaron conmigo y me preguntaron si podía ayudarla”, recordó la monja en diálogo con periodistas del diario neuquino LM.
La religiosa no solo fue al encuentro de Romina y se comprometió a ayudarla para que pueda dejar la prostitución: la incitó para que fuera a buscar a todas chicas que querían dejar “la calle”. Unos días después, Romina llegó con cuatro chicas trans a la capilla. La hermana las invitó a rezar “para poner toda su vida en manos de Jesús y poder fortalecer sus vidas” y les pidió que “tengan fe porque, si no, estaban muertas. Después les consulté sobre qué querían hacer de sus vidas, qué sueños querían cumplir”, agregó.
Romina y Victoria le respondieron que querían ser peluqueras, Luján soñaba con ser cocinera y abrir una casa de comidas. Pero la respuesta que más le impactó fue la de Katy. “Quiero tener una cama limpia para poder morir”, le dijo Katy, que en ese momento tenía 40 años.
Los proyectos
Para ayudar a estas chicas que querían dejar de prostituirse en la calle, Mónica armó un proyecto para poner una peluquería que en junio de 2008 se inauguró con el nombre "Lourdes", donde empezaron a trabajar Vicky, Laura y Romina. Tiempo después pudo concretar la apertura de otro proyecto: una cooperativa donde se hace costura en la que trabaja Katy, hoy con 47 años.
Según relató al matutino neuquino, para concretar estas ideas, recurrió a Cáritas Diocesana y al Obispado, logrando incluso que se les diera una modesta casa a las chicas para que tengan un espacio para reunirse.
“Todo fue haciéndose de a poco”, enfatizó y agregó: “Con el tiempo y los proyectos que se iban concretando, las chicas fueron confiando más en mí”.
No obstante, cuenta que muchas de ellas siguen ejerciendo la prostitución porque “más allá del dinero, lo que ellas necesitan es recibir un abrazo”, explica. No obstante, no piensa bajar los brazos. “Es indignante porque esos hombres las levantan en la calle, las maltratan y las usan como si fueran la basura de la humanidad”, sostiene.